domingo, 17 de junio de 2012

Si cambias la forma de percibir tu entorno, el mundo se transforma

Vivimos en un mundo tan acelerado y lleno de obligaciones, donde todos tenemos la necesidad de cumplir con las  tareas más elementales, que prácticamente no existe la posibilidad de dar cabida y ningún margen de tiempo para  otra clase de actividades, como no sea el de continuar  luchando para no permitir que el sistema de vida que llevamos nos gane la carrera por la sobrevivencia. De esa manera, irremediablemente estamos perdiendo la oportunidad de ocuparnos en las cosas que realmente nos deben de importar y con esto nos estamos refiriendo a la búsqueda del preciado alimento a las necesidades  espirituales, dado que son lo que conforman nuestra verdadera esencia y la fuente donde inicia y termina nuestra anhelada estabilidad física y emocional.





Necesitamos comprender que la verdadera felicidad no está en el logro de metas u objetivos, o en llegar a la cima de la montaña; se encuentra por el camino, en los pequeños momentos que se van acumulando y recorriendo a cada paso que vamos dando, algunas veces riendo y otras no, pero siempre esforzándonos en la búsqueda del  conocimiento por las cosas que realmente importan; y como seres humanos que somos, viviremos disfrutando la maravilla de estar presentes en esta hermosa tierra que algún día hemos de tener que abandonar. No debemos olvidar que vivimos para ser mejores, como el fruto que nace, crece, se reproduce y por sobretodo evoluciona, dejando una nueva semilla lista para continuar con el nuevo ciclo de vida.


Elevarnos a otros niveles de conciencia espiritual, es el objetivo, y para conseguirlo necesitamos triunfar en todas las pruebas retos y desafíos  a que seamos  sometidos, a través de nuestro diario vivir. Mientras continuemos fracasando en las oportunidades que la vida nos impone para ser mejores, es muy probable llegar al final del camino sin haberlas superado y  nadie puede saber que sucederá  después.


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